Por F. Pianiski Militante de Iniciativa Comunista.
Con la que estaba cayendo, no tenía ningún sentido permanecer escondido mucho más tiempo. Había llegado el momento de salir del armario.
Llevaba algunos meses observando a través de la puerta entreabierta, susurrando consignas contra el capitalismo, contra los políticos y los banqueros. La cosa parecía de consenso, así pues, me decidí a salir del armario y descubrirme ante todos: ¡hola a todo el mundo! ¡soy comunista!
Pensé que en un movimiento tan plural, heterodoxo y tolerante como es el 15M, sería aceptado como uno más, aún con el terrible defecto de tener una ideología tan pasada de moda. Ahora pienso que podría haber ganado más amigos si al salir del armario hubiera gritado: ¡no disparen! ¡soy un católico de UPyD!
En realidad nunca dije que fuera comunista. Fueron los «compañeros» más sagaces, quienes al escucharme hablar de lucha de clases y de socialismo, dieron rápidamente la voz de alarma: ¡Que alguien le diga a Pianiski que se vaya a hacer su revolución socialista a otra parte!
Ciertamente parecía haber consenso en la crítica al sistema capitalista, pero nadie había planteado todavía un modelo económico diferente. También parecía meridianamente claro el análisis de que en el mundo existen unos señores que, con premeditación y alevosia, mantienen en la miseria a millones de seres humanos, con el único objetivo de preservar sus opulentas y desenfrenadas vidas locas. Estabamos de acuerdo en que esos millones de seres humanos debían rebelarse contra estos señores que les oprimen, aunque lo que no estaba tan claro era cómo llevarían a cabo esa rebelión. La cuestión es que nadie había planteado antes esta realidad como lo que verdaderamente es: lucha de clases.
La palabra socialismo sonó cual campana en un ring de boxeo. Había empezado el combate y me encontraba solo frente a varios púgiles dispuestos a darme una buena somanta de hostias dialécticas. Los movimientos del adversario eran rápidos pero previsibles, claramente influenciados por la escuela burguesa. Topicazos sobre la Unión Soviética, el Archipiélago Gulag, el «régimen» de Fidel Castro, etc. Está mal que yo lo diga, pero creo que aguanté las hostias como un campeón, respondiendo una tras otra con directos implacables. Algunos tiraron la toalla antes de besar la lona, pero los más resistentes siguieron lanzando los mismos golpes, una y otra vez hasta que a petición popular finalizó el combate. El público se aburría mucho y además había cosas más importantes de las que hablar.
Mis contrincantes, que al contrario que yo, no son nada ortodoxos, acabaron sentenciando que desde el 15M y DRY jamás se había planteado acabar con el capitalismo sino reformarlo. Ese fue el uppercut final que me dejó noqueado.
Mientras me recuperaba de aquel terrible KO, la asamblea había comenzado a tratar el tema verdaderamente importante: Las elecciones del 20N ¿qué hacer?
Las conclusiones a las que se llegó tras este debate, me hicieron pensar que tal vez, lo que realmente había sido noqueado era el propio 15M, al menos en mi barrio. Yo que había salido del armario dispuesto a cambiar el mundo, me encuentro con un 15M que está construyendo su propio armario para esconderse dentro, junto con sus complejos.
Los viejos métodos de lucha de la clase trabajadora, las huelgas, las manifestaciones ya no sirven para nada. Sólo nos queda una alternativa: ganar las elecciones. Pero transformar el 15M en una alternativa electoral es una idea precipitada, no hay tiempo, y por lo tanto debemos apostar por alguno de esos pequeños partidos que pueda recoger en su programa las aspiraciones del 15M.
Al parecer, casi nadie se había creido realmente aquello de «lo llaman democracia y no lo es». Resulta que llegan las elecciones y pasamos del «no nos representan» a ¿quién podría representarnos mejor? Por supuesto, algunos oportunistas aprovechan este contexto para empezar a salir, con más o menos elegancia, de sus respectivos armarios.
El derrotismo inculcado por la burguesía ha ganado esa batalla, la idea de que la política es una cosa que debe dejarse en manos de los políticos, la idea de que no existe posibilidad de cambiar nada fuera del marco democrático burgués. Pero la experiencia histórica nos demuestra que todo eso no es cierto. Hace más de cien años que el genial Carlos Marx nos enseñó que el motor de la historia misma no es otro que la lucha de clases.
Ni con los mejores argumentos vamos a convencer a los gobernantes para que cambien las cosas a nuestro favor. Ni siquiera conseguiremos una tímida reforma que beneficie a la clase trabajadora si no nos organizamos para dar esa batalla. Los derechos no se mendigan sino que se conquistan a través de la lucha. De lo contrario, todavía estaríamos trabajando al ritmo que marcaba el látigo en las espaldas de los esclavos.
Son muchos los pequeños partidos que, con más inconvenientes que nunca, preparan sus candidaturas para el 20N. Es algo muy legítimo. Debe ser importante eso de votar y poder ser votado, sobre todo teniendo en cuenta que hace casi diez años inventaron una ley para negar ese derecho a más de trescientos mil vascos.
En mi opinión, actualmente no existe un partido de clase, verdaderamente democrático, con posibilidades reales de conseguir una victoria electoral. Tal vez en el futuro, si todos esos pequeños partidos, todas esas pequeñas organizaciones somos capaces de unirnos en un proyecto común, tal vez podamos construir ese frente electoral. Sin caer en el electoralismo, sin olvidar que se trata de otro frente más, sin olvidar que la lucha sigue estando en la calle y no en el Parlamento. Bajo las condiciones actuales, la clase trabajadora no puede esperar ningún cambio tras las elecciones del 20N.
Finalmente, no sé cual será el mensaje del 15M de cara a esta «fiesta» de la Democracia, aunque supongo que la decisión se tomará al estilo democrático-burgués español, es decir, centralizada en Madrid. No faltarán oportunistas sugiriendo votar a uno u otro partido, ni partidos que mencionen al 15M durante su campaña. Por mi parte, la propuesta se presenta cada vez más clara: la lucha es el único camino.
F. Pianiski Militante de Iniciativa Comunista.