Un detallito en Neptuno (la policía y la prensa)

Fuente: http://stephanegrueso.blogspot.com/2011/09/un-detallito-en-neptuno-la-policia-y-la.html

Estos últimos meses, en el desarrollo de estas protestas del conocido como «Movimiento #15M» ya hemos visto como en algunas ocasiones la policía ha impedido a miembros de la prensa hacer su trabajo con libertad, en ocasiones usando una violencia injustificable tanto física como verbal y moral. Todos tenemos en la retina los casos del compañero de lainformacion.com Gorka Ramos el pasado 4 de agosto, de Jonás Candalija y Lidia Ucher o el de Patricia Horrillo, tras la manifestación laica del día 17, todos ellos periodistas, y que se pasaron horas y horas en la calle para que nosotros nos enteremos de lo que pasa cómodamente desde nuestro sofá por medio de la TV, radio, prensa o internet.

Siempre he pensado además en una prensa independiente y libre como uno de los pilares fundamentales de una democracia verdadera. Parece que en España seguimos aprendiendo también en este aspecto.

El pasado día 2 de septiembre era el día en que el Congreso aprobaba la reforma constitucional y había convocadas una serie de protestas en el centro de Madrid. Empezaban a las 7h30 de la mañana (a la que no pude ir) y otro “turno” a las 19h, ambas en la plaza de Neptuno cerca del congreso. Esa tarde sí me pasé a ver que pasaba y a contarlo en el twitter, como vengo haciendo desde hace algunas semanas.

A esta movilización aparecieron dos o trescientas personas y al final hubo carreras por el Paseo del Prado, una detención de un chaval y alguna tensión. Empujones y gritos al intentar algunas personas evitar la detención y traslado del joven detenido. Pero eso no es lo que quiero relatar esta vez.

Empiezo un minuto en la noche anterior. Había asistido yo a una conferencia sobre La Primavera Árabe (revueltas) y tras el evento habíamos ido a cenar un grupo de gente, casi todos periodistas. Entre ellos conocí esa noche a Gabriel, fotógrafo de origen argentino que trabaja entre otros para el diario Público. La noche acabó con bocata de calamares, conversación y cañas.

Vuelvo al día de autos. Aparezco a las 18h45 por Neptuno. No hay nadie. Sólo un cámara + redactora de 13tv (me llama la atención que llevan una estampita de la virgen pegada en la cámara). Me siento y espero. Van apareciendo algunos compañeros de la prensa y algunos ciudadanos. Se van formando corrillos de gente. Pocas pancartas hoy. Los periodistas comienzan a hacer su trabajo hablando con gente, grabando, fotografiando,… Esa tarde también he quedado con Pablo Soto, un amigo desarrollador de software que se va a traer a la protesta al corresponsal en Europa del New York Times, que se ha venido de Berlín a hacer una pieza sobre lo que está pasando. La gente se va agrupando, unos 50 ó 60 y aparece también un grupo de 10 ó 12 policías de la UIP que empiezan a identificar y anotar la filiación de los asistentes. También “barren” la esquina de Neptuno donde están  los manifestantes llevándoselos a la esquina de la  c/Cervantes.

Hasta aquí todo normal y tranquilo. Yo a lo mío y entonces veo como un grupo de policías rodea a una persona. Me acerco un poco y veo que se trata de Gabriel… sí, el fotógrafo de Público que conocí la noche anterior. Varios funcionarios le rodean de una forma un tanto amenazadora. Me entra miedo, otra vez, y me cuelgo la acreditación de prensa y me voy corriendo a su lado. Pienso (o no pienso) cuanta más prensa allí mejor, pase lo que pase. No hago otra cosa que estar allí a un metro y observar. Pongo también el teléfono a grabar, por lo que pueda pasar.

La situación es la siguiente. Un funcionario le está recriminando algo.  Le medio gritan y Gabriel, con una tranquilidad pasmosa y sin levantar la voz les indica que ya se ha identificado ante otros agentes como periodista y que lo vuelve a hacer. En un momento Gabriel pide, educadamente, el número de placa de un agente con el cual le debe de haber pasado algo, de forma educada y tranquila, insisto. Entonces sucede algo muy usual: está tratando con uno pero este se aparta y aparece otro que no está enterado de la situación. En este caso es un mando. Como tantas otras veces, muy pocos funcionarios van correctamente identificados (ese día me puse a contar y más del 90% no llevaban el número reglamentario en el uniforme. La discusión sigue y sucede lo que se ve en el siguiente vídeo.

Tú estás allí trabajando (sí, con tu acreditación) y piensas que no puede pasar nada malo, pero viendo lo que ha pasado estos días te cagas, la verdad. Miro, grabo y alucino con el temple de Gabriel.

Este Sr. que ha aparecido le pone la placa en la cara al pobre Gabriel, que se mantiene acojonantemente tranquilo: “¿Quieres un número de placa? Mira, mira…”. Le planta la placa a 5 centímetros de la cara de una forma muy agresiva. Yo, como tantas veces estos días, no me creo lo que estoy viendo y no acierto a intervenir. Es como una película de Chuck Norris o algo así. Creo que el vídeo lo enseña bien. Creo que yo en ese momento estoy esperando un bofetón o algo así. Finalmente el mando (sí, es un mando) le pregunta a otro: “¿Este es periodista?” y le dicen que sí. Entonces, ese Sr. se despide haciendo un movimiento amenazador con la cabeza como de “Que te meto…” (???) Sí, como en una discoteca o algo… No quepo en mi asombro.

Aquí os pongo unas fotografías que nos pasaron unos compañeros fotógrafos que también estaban por allí.

Así mantenía su placa este Sr. a 5cm de la cara de Gabriel, que aguantaba impasible y siempre educado. Me temo que su acento argentino tampoco le fue de gran ayuda en la situación. El policía de la placa pertenece a la Escala Ejecutiva y es de grado ‘Inspector’, según su distintivo con las dos hojas dobles, y según leo en wikipedia.
Y así se despidieron de él. La nariz de la derecha de la foto es la mía. Ahí me quedé toda la secuencia. Volví aquí a encontrarme en una situación de miedo y parálisis, sin ser capaz de intervenir o hacer o decir algo algo.

Dejan ya al Gabriel en paz (que recordemos, es prensa acreditada y está allí trabajando para Público) y le dicen que se vaya. Nos separamos del grupo de policías. No entendemos nada y nos apena la agresividad injustificada de la policía. Gabriel me cuenta que lleva ese día ya tres encontronazos con ellos. Que no lo entiende. Le han llegado a decir: “¿Número de placa…? Ya lo verás cuando te llegue la denuncia” Otra vez jugando con las multas que por lo visto te pueden poner a discreción si les da la gana. En el corrillo de fotógrafos que se forma (de las principales agencias y medios de este país) escucho cosas como: «hoy vamos a tener que ir juntos, no separarnos» o, «sí, está la cosa mal, hay que tener cuidado«. Y claro, lo terrible es que se referían, no a los manifestantes u otro peligro, sino a la policía. Me vuelvo a quedar a cuadros una vez más.

Aquí está Gabriel enseñando su DNI y acreditación de prensa. Una de las muchas veces esa tarde

Todo esto ha pasado en un día donde no había ninguna tensión (hasta el momento) y todo el mundo estaba trabajando tranquilamente. Me fastidia el haber tenido que volver a presenciar una situación violenta sin venir a cuento y me fastidia que un compañero que solamente hacía su trabajo (y cuya importante tarea de informar, por cierto, está protegida por las leyes más altas del Estado) haya tenido que vivir esa experiencia. Otra decepción más. Otra vez miedo y otra vez comprobando que pasan cosas aquí todos los días que si me cuentan hace tres meses no me las creía.

Esto que os he contado ha sido un detallito. Una pequeñez. probablemente ese día pasaron cosas mucho peores. Aún así me enfado bastante. Seguimos trabajando. Intento no perder mucho de vista a Gabriel esa tarde. Al rato lo pierdo con las carreras por el Paseo del Prado.

Al final, me ha dado todo tanta vergüenza que ni siquiera se lo cuento al corresponsal del NYT que nos pregunta a Pablo y a mí sobre lo que está pasando en la concentración. Me pregunto en qué país vivo. Más decepción. Otro día triste.

salud!

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