El pasado mayo, en una reunión a puerta cerrada en la que participaron gran parte de los líderes empresariales de Israel, Idan Ofer, magnate de un importante holding, advirtió: “Nos estamos convirtiendo rápidamente en Suráfrica. El duro golpe de las sanciones económicas se sentirá en cada familia de Israel”.
La principal preocupación de estos líderes empresariales era la sesión de septiembre de la Asamblea de la ONU, donde las autoridades palestinas planean exigir el reconocimiento del Estado palestino.
Dan Gillerman, exembajador israelí de la ONU, advirtió a los participantes de que “la mañana después del presumible anuncio del reconocimiento del Estado palestino, comenzará un doloroso y dramático proceso de sudafricanización” –refiriéndose a que Israel se convertiría en un Estado paria, sujeto a sanciones internacionales–.
En esa y en posteriores reuniones, los oligarcas exhortaron al Gobierno a que pusiera en marcha iniciativas basadas en las propuestas de la Liga Árabe Saudí y el acuerdo extraoficial de Ginebra de 2003, en el que negociadores de alto nivel de Israel y Palestina detallaron un acuerdo de dos estados, que fue bien recibido en la mayor parte del mundo, rechazado por Israel e ignorado por Washington.
En marzo, el ministro de Defensa israelí Ehud Barak advirtió de que las futuras acciones de la ONU provocarían un tsunami. El temor es que el mundo condene a Israel no sólo por violar las leyes internacionales, sino también por perpetrar actos criminales en un Estado reconocido por la ONU. Estados Unidos e Israel están realizando una intensa campaña diplomática para evitar el tsunami. Si fallan, es probable que se reconozca un Estado palestino.
Más de cien países ya reconocen a Palestina. Reino Unido, Francia y otras naciones europeas han elevado la categoría de la delegación general en Palestina a “misiones diplomáticas y embajadas, un estatus normalmente reservado sólo a estados”, tal y como ha observado Victor Katan en el American Journal of International Law.
Palestina ha sido asimismo admitida en organizaciones de la ONU, excepto en la UNESCO y la OMS, que han eludido el tema por miedo a que Estados Unidos deje de financiarlos. No es una amenaza sin sentido. En junio, el Senado de Estados Unidos aprobó una resolución que amenaza con suspender las ayudas a la Autoridad Palestina si persiste en su iniciativa en la ONU. Susan Rice, embajadora de Estados Unidos en la ONU, advirtió de que “no había una mayor amenaza” para la financiación de Estados Unidos a la ONU que “la posibilidad de que Palestina alcanzase la condición de Estado con el respaldo de los estados miembros”, según informó The Daily Telegraph. El nuevo embajador de Israel de la ONU, Ron Prosor, dijo a la prensa israelí que el reconocimiento de Palestina por parte de la ONU “conduciría a la violencia y a la guerra”.
Presuntamente, la ONU reconocería a Palestina dentro de las fronteras internacionalmente aceptadas, incluyendo Cisjordania y Gaza, y la devolución a Siria de los Altos del Golán que Israel se anexó en diciembre de 1981, violando un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. En Cisjordania, los asentamientos y acciones para mantenerla son una clara violación del derecho internacional, tal y como han afirmado la Corte Internacional y el Consejo de Seguridad. En febrero de 2006, Estados Unidos e Israel impusieron el bloqueo a Gaza, después de que la “facción incorrecta” –Hamás– ganase las elecciones en Palestina, reconocidas como libres y justas. El bloqueo se volvió mucho más duro en junio de 2007 después del fracaso de un golpe militar instado por Estados Unidos para derrocar al Gobierno electo.
En junio de 2010, el bloqueo de Gaza fue condenado por el Comité Internacional de la Cruz Roja
–que rara vez difunde este tipo de informes–, alegando un “maltrato colectivo impuesto en clara violación” de las leyes humanitarias internacionales. La BBC informó de que el Comité Internacional de la Cruz Roja “describe un sombrío retrato de las condiciones en Gaza: hospitales con escasos materiales, apagones de luz que duran varias horas al día, consumo de agua no potable” y, por supuesto, la población recluida.
Este bloqueo delictivo se extiende debido a la política seguida por Estados Unidos e Israel desde 1991, que busca separar Gaza de Cisjordania para garantizar que un eventual Estado palestino fuese efectivamente contenido entre potencias hostiles –Israel y la dictadura jordana–. Los Acuerdos de Oslo, firmados por Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en 1993, impiden la separación de Gaza de Cisjordania.
Otra amenaza para la política de Estados Unidos e Israel es la Flotilla de la Libertad, que busca desafiar el bloqueo de Gaza enviando mensajes y ayuda humanitaria. En mayo de 2010, la última tentativa de este tipo condujo a un ataque israelí en aguas internacionales –un grave delito de por sí– en el que nueve pasajeros fueron asesinados. Esta acción fue ampliamente condenada fuera de Estados Unidos. En Israel mucha gente está convencida de que los comandos fueron las víctimas inocentes, atacadas por los pasajeros, otro signo de la autodestructiva irracionalidad que recorre la sociedad.
Esta vez, Estados Unidos e Israel han intentado bloquear definitivamente la Flotilla. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, autorizó prácticamente la violencia, declarando que “los israelíes tienen derecho a defenderse” si las flotillas “provocan acciones como la entrada en aguas israelíes”, esto es, las aguas territoriales de Gaza, como si Gaza perteneciera a Israel.
Grecia ha estado de acuerdo en impedir que los barcos partieran (es decir, los barcos que no fueron saboteados), aunque, a diferencia de Clinton, Grecia se refiere correctamente al “espacio marítimo de Gaza”. En enero de 2009, Grecia destacó por no aceptar el envío de armas estadounidenses desde puertos griegos a Israel durante el cruel ataque de Estados Unidos e Israel a Gaza. Pero con la actual coacción económica en la que se encuentra, es evidente que Grecia no puede arriesgarse a tan inusual acto de integridad.
Ante la pregunta de si la Flotilla era una “provocación”, Chris Gunnes, el portavoz de la Agencia de la ONU para los refugiados de Palestina, la mayor agencia de ayuda a Gaza, describió la situación como desesperada: “Si no hubiera crisis humanitaria, si no hubiera crisis en la práctica totalidad de los aspecto de la vida en Gaza, no sería necesaria la Flotilla (el 95% del agua de Gaza no es potable; el 40% de todas las enfermedades surgen por el agua; el 45,2% de la población activa se encuentra sin empleo; el 80% de la población depende de ayudas; se ha triplicado la población en situación de miseria desde que se inició el bloqueo). Deshagámonos del bloqueo y no se necesitará ninguna flotilla”.
Iniciativas diplomáticas como la estrategia del Estado palestino y, en general, las acciones no violentas amenazan a aquellos que mantienen un monopolio efectivo de la violencia. Estados Unidos e Israel están intentando mantener posiciones indefendibles: la ocupación y su subversión de un consenso antiguo, aplastante, respecto a un arreglo diplomático.