1. Santiago, Euskal Herria vive un momento histórico, ¿cómo explicarías a una persona ajena y desinformada lo que allí ocurre? ¿Y cómo se vive éste proceso de paz, que parece definitivo, desde fuera de Euskal Herria y del estado español?
Empiezo por la segunda parte. Creo que, fuera del Estado español (pienso en el mundo árabe y en Latinoamérica), la “cuestión vasca” se ha vivido siempre de dos maneras: a algunos les sorprende descubrir que España nunca ha sido exactamente un país, que nunca ha llegado a ser una nación plenamente constituida, y eso a pesar de haber tenido incluso un imperio colonial durante cientos de años; a otros les sorprende más bien que el independentismo vasco, tras la muerte de Franco y en condiciones democráticas, haya sido perseguido de un modo tan feroz. Los dos puntos de vista se equivocan: unos porque piensan que España existe; los otros porque creen que en España hay democracia. A partir de ahí es fácil explicar lo que está pasando ahora, lo que podría pasar si la razón se impusiera finalmente en todos los sectores: un proceso de normalización democrática inseparable -pase lo que pase en el futuro con el País vasco- de la construcción, después de quinientos años, de una España republicana y voluntaria. Como ciudadano español, estoy muy interesado en esa normalización que pasa por permitir decidir a los vascos su propio futuro.
2. La forma de informar y la información que ofrecen los medios de comunicación convencionales del estado español como la valoras? Podrías explicarnos, según tu punto de vista, ¿Cuáles son las diferentes líneas editoriales, a qué medios corresponden y qué objetivos persiguen?
Aparte pequeñas diferencias partidistas circunstanciales (al hilo, por ejemplo, de los procesos fallidos de negociación con ETA y en período electoral), no deja de asombrar la unanimidad existente entre todos los medios de comunicación convencionales del Estado español. Forma parte del consenso -del pecado original- del que arranca la llamada “transición democrática”: ni la monarquía ni la unidad de España pueden ser cuestionadas. Sin que ello implique descargar de responsabilidad a los otros actores del conflicto, creo que los medios han jugado un papel decisivo en la prolongación y encarnizamiento del mismo. Instrumentos de intereses políticos y económicos, se han dejado imponer un “consenso de guerra”, al precio de una irreparable degradación deontológica, en lugar de imponer ellos -como cuarto poder independiente- ese “consenso democrático” que, con otro nombre, conocemos como “información libre, independiente y objetiva”.
3. La derecha mediática al igual que la extrema derecha de las tertulias de los llamados “TDT party”, utilizan un lenguaje soez, furibundamente antidemocrático, criminalizador, violento y con constantes insultos y falta de respeto, a todas las personas que no opinamos como ellos y, lo que es más grave, a las autoridades democráticamente elegidas ¿Por qué crees que se les consiente? ¿Y por qué crees que a nosotros, que no utilizamos esas formas, se nos criminaliza y se nos amenaza con el cierre como ocurrió a kaosenlared?
Creo que he respondido ya: los límites de la democracia española coinciden con ese consenso de hierro o pecado original que establece que se puede decir todo, y en cualquier tono, salvo lo decisivo. Mientras no pongamos en cuestión ni la forma de gobierno ni la unidad de España ni el régimen económico vigente, todo está permitido. En todo caso, me parece que -incluso para la legitimidad de la democracia española- hay mucho menos peligro en nuestras críticas radicales al sistema que en la subversión lingüística de la derecha. El PSOE está convencido de que la violencia verbal de la ultraderecha mediática asusta al votante moderado; el PP cabalga un impulso populista que se le antoja muy rentable; unos y otros dejan hacer por interés electoralista. Pero la degradación de la formalidad democrática acaba poniéndonos a todos en peligro, incluso a los que intentan beneficiarse de ella. En este sentido, el movimiento del 15-M tiene, entre otras virtudes, la de detener o ralentizar con su “radical moderación” una deriva neofascista rampante.
4. Santiago ¿Como cree un filosofo, que trabaja en el mundo de la información, que deberíamos informar los medios alternativos sobre el proceso de paz que se intenta abrir paso en Euskal Herria? ¿Es positivo que nos impliquemos en el mismo? ¿Crees que nuestra intervención puede ayudar a que la información que reciben los ciudadanos del estado español sobre la cuestión vasca y sobre el tema de la violencia sea más ajustada ala realidad?
En los últimos años se ha producido sin duda una erosión de los marcos de credibilidad que, si franquea el paso al charlatanismo populista, también da una oportunidad a la información alternativa de calidad. No creo que debamos inventar nada. Debemos sencillamente sustituir el vacío dejado por un periodismo que ha hecho dejación de sus compromisos informativos básicos. No tenemos que ser mejores periodistas; tenemos que ser sencillamente periodistas, puesto que ellos -salvo contadas excepciones- ya no lo son. Para lograrlo hay que empezar por deshacer la confusión existente entre “imparcialidad” y “objetividad”. La objetividad nunca es imparcial y la imparcialidad o equidistancia -como lo prueba la cuestión palestina- no sólo no es objetiva sino que toma partido casi siempre, de la manera más indecente, por el más fuerte y el más injusto. “Objetividad”, en principio, sólo quiere decir dar una oportunidad al objeto (de la información); ponerse del lado de la noticia y no de quienes pagan a los periodistas; tomar partido por el propio trabajo y no por los intereses subjetivos de los propietarios de los medios. Hay que aceptar, naturalmente, que casi siempre es muy difícil saber “qué está pasando” (al contrario de lo que pretendía la historiografía racionalista), pero no debemos perder el tiempo con discusiones bizantinas sobre la posibilidad de un “realismo absoluto”. Lo que sí podemos decidir -y esta decisión es la objetividad misma- es que “lo que está pasando” no puede ser una decisión nuestra y, mucho menos aún, una decisión de los gobiernos, el FMI, el G-8, Monsanto o el Pentágono. Decidir situarnos frente a esas fuentes de decisión es ya una reivindicación de objetividad de una potencia asombrosa. A eso antes -incluso si nunca existió del todo- se lo llamaba sencillamente “periodismo independiente”.
5. Las detenciones de personas, incluidas gentes que están a favor del proceso de paz y dedicadas a la información alternativa continúan pese al comunicado de ETA y las declaraciones en favor de la paz de todas las organizaciones de la izquierda abertzale ¿Crees que esto puede suponer un problema para el inicio del proceso de paz?
Por supuesto. La aplicación de la “doctrina Garzón”, por desgracia aún vigente, ha sido siempre uno de los instrumentos más eficaces de esa política de Estado orientada, con independencia del color del gobierno, a impedir la normalización democrática en el País Vasco y en España. Ahora que la izquierda abertzale está en las instituciones y con una robustísima representación electoral, habrá que esperar muchas provocaciones tendentes a la criminalización indiscriminada de todos los defensores de una democracia real que suspenda el estado de excepción selectivo vigente en el Estado español.
6. Parece que una mayoría del pueblo vasco es partidario del derecho a la autodeterminación, según se desprende de diversas encuestas y de las votaciones democráticas realizadas en el propio parlamento vasco en varias ocasiones. ¿Puede haber un verdadero proceso de paz, estable y definitivo, si los derechos democráticos del pueblo vasco no son tenidos en cuenta, pese a contar con el apoyo de una mayoría de la sociedad vasca?
Insisto, como ciudadano español, en que nunca habrá verdadera democracia en una España cuyos derechos ciudadanos están garantizados por el capitalismo y cuya unidad está constitucionalmente garantizada por el ejército. Al contrario de lo que se piensa, Paz no es un sustantivo sino un adjetivo o, si se prefiere, el efecto colateral de otras Sustancias: si hay justicia hay paz; si hay democracia hay paz; si hay reconocimiento de derechos hay paz. La voluntad, por supuesto, es maleable, persuadible y hasta aniquilable. Pero no se puede imponer la paz contra la voluntad de un sector importante de la población vasca. Tarde o temprano será necesario plantear con toda naturalidad la cuestión del derecho a la autodeterminación, que el Estado español reconoce para todos los pueblos del mundo, salvo para los que lo reclaman dentro de sus fronteras.
7. ¿Por que crees que el estado español PP y PSOE son incapaces de aceptar la mediación internacional (Brian Currin) cuando partidos mucho más consolidados y con mucha más historia democrática a sus espaldas (conservadores o laboristas) que estos si la aceptaron en el caso Irlandés?
Has respondido en la misma pregunta: “partidos mucho más consolidados y con mucha más historia democrática”. Estamos hablando de un país sin hacer, de una democracia incompleta pactada en límites muy estrechos que siguen siendo innombrables. “España” y “democracia” son términos históricamente contradictorios; para las fuerzas reaccionarias que han gobernado y aún gobiernan el país, cada avance de la democracia se vivía y se vive como un debilitamiento de “España”. La llamada transición, con el ambiguo “Estado de las Autonomías”, trató de crear la ilusión de una compatibilidad entre los dos extremos: España y Democracia. Pero 35 años después comprobamos que, en este sentido, seguimos igual que en 1516, que en 1705, que en 1872, que en 1936. La única manera de alcanzar la democracia es precisamente la de replantearse la construcción de España. Nada es más conveniente para todos y nada parece más fácil. La resistencia a un referendum de autodeterminación no es sólo antidemocrática sino atávica, ultranacionalista, tribal; está atrapada en el “bucle melancólico” español que -digamos la verdad- tanto en España como en el resto del mundo ha provocado muchas más víctimas que ETA (a la que, desde luego, no hay que exculpar de nada).
8. Tu que has militado en la izquierda abertzale ¿Crees que hay sectores de la izquierda vasca incapaces de comprender la nueva estrategia de paz y lucha democrática por el socialismo de la izquierda abertzale? ¿Qué opinas de las posiciones políticas de Eusko Alkartasuna? ¿Y la del PNV? ¿Y la de Aralar? ¿Y de Izquierda Unida o su filial Ezker Batua?
Primero una aclaración: nunca he militado en la izquierda abertzale. Ha habido épocas de mi vida en que me he sentido muy próximo a sus posiciones y en las que incluso he sido un potencial votante suyo; y desde luego, como colaborador primero de Egin y luego de Gara, he mantenido y mantengo posiciones de principio inalteradas. Y enseguida debo decir que la nueva estrategia de paz de la izquierda abertzale, en su sensatez, es la respuesta tardía a una demanda de la propia sociedad vasca, que ha sufrido en los últimos años no sólo la criminalización de un Estado represivo que se abatía sobre un “entorno” vastísimo y vaguísimo sino también la presión de ETA y de la propia izquierda abertzale, monopolizadoras al mismo tiempo -sin mucho fundamento en la realidad- de “la lucha del pueblo vasco” y de todas las batallas de “la izquierda vasca”. Toda la vida política en el País Vasco ha estado en las últimas décadas reducida a una especie de bipartidismo pugnaz (Estado-ETA) que no dejaba ningún espacio al desarrollo de un activismo no marcado por este gravoso legado. Las nuevas alianzas, por lo demás, dan prioridad claramente (un proceso que se manifiesta a partir de finales de los 80) a la raíz independentista sobre la raíz izquierdista y eso sin duda se notará en la gestión de los ayuntamientos. Pero en todo caso, incluso en este sentido la victoria de Bildu en las elecciones abre nuevas perspectivas de lucha. Los otros partidos (incluido el ambiguo, torticero, interesado y reaccionario PNV) tendrán que asumir la necesidad de un cambio democrático asociado al principio de autodeterminación y las fuerzas sociales progresistas, organizadas o no, podrán empezar a plantear reivindicaciones políticas, económicas y sociales al margen de la presión abertzale.
9. ¿Podríamos afirmar que hay una utilización política interesada del conflicto vasco que dificulta la resolución del mismo en este momento histórico? En este sentido, como juzgas las posiciones del PP y del PSOE.
Sin duda la hay, como ya he dicho, y no ha cesado durante las últimas décadas. Pero tengo la impresión de que el cambio de política de la izquierda abertzale, más allá de a su debilidad evidente, obedece a minúsculas grietas estructurales: es también, digamos, causa y efecto de una cierta reconsideración estratégica dentro del PSOE y, por tanto, de una cierta división en ese “consenso de hierro” que ha dominado la “transición”. El PP, por supuesto, hará todo lo que pueda para suturar esa grieta e imponer de nuevo la “unidad de destino en lo universal” frente a toda posibilidad de normalización democrática en el País Vasco.
10. Todo conflicto genera sufrimiento a muchas personas y éste, que dura ya casi cincuenta años, también lo ha hecho ¿Crees que es posible una reconciliación plena entre todos los sectores que conforman la vida política vasca? ¿Qué papel deberían jugar las víctimas, de uno y otro lado, en todo este proceso?
En primer lugar, deberíamos enunciar un principio general: no pueden ser las víctimas, ni de un lado ni del otro, las que decidan el destino político del País Vasco y de España. Raramente el dolor, el rencor, el estrés post-traumático hacen propuestas justas o razonables. En casos de agravio o de agresión individual, la justicia consiste precisamente en impedir que el dolor de la víctima decida el castigo; la justicia es, idealmente, esa instancia decidida de antemano en condiciones de serenidad racional que interrumpe el circuito infinito de la venganza. Es muy bonito -porque es racional y éticamente superior- escuchar a las víctimas del 11-M reprochar a Bush: “no en nuestro nombre”; como es muy bonito escuchar a las víctimas de Pinochet pedir para el asesino un juicio justo y no un linchamiento feroz. En caso de una guerra o de un conflicto civil colectivo, la cuestión es más compleja, pero debe partirse del mismo principio que exige contener la presión de las víctimas, por muy comprensible y digna de compasión que nos parezca. La instancia racional en este caso se materializa en la negociación y el diálogo. Las víctimas que promuevan y se sumen a ese diálogo deberán ser escuchadas con especial atención y protagonismo porque su posición racional, por encima de sus irreparables sufrimientos personales, estará investida de una especial autoridad, muy beneficiosa para el proceso de normalización y democratización. Las que sucumban a su dolor, deberán ser tratadas con cariño y comprensión y, por supuesto, beneficiarse de todas las medidas judiciales reparadoras que se establezcan, pero no podrán convertirse en fuente de decisiones políticas o legales. Una de las muchas cosas que hay que reprochar a los medios de comunicación, tanto en el terreno penal como en el político, es que han acabado por sustituir a los jueces y a los mediadores en una especie de plebiscito vengativo ininterrumpido; al dar la voz sin cesar al exigente dolor de las víctimas alimentan un populismo judicial sumarísimo que dificulta el ejercicio de la instancia racional de la justicia (en casos de crímenes de derecho común, como violaciones o asesinatos) y de la negociación y el diálogo (en el caso paradigmático del País Vasco). Con pocas excepciones, los medios de comunicación convocan sin interrupción al linchamiento (o al restablecimiento de la pena de muerte). Y ese desde luego no es el camino, ni para los conflictos privados ni para los conflictos colectivos.
11. Si no se consigue poner en marcha el proceso de paz, a pesar de la mediación internacional y de la voluntad de la izquierda abertzale y, el PP gana las próximas elecciones ¿Consideras que será más difícil la resolución de conflicto?
Sin duda el PP hará todo lo posible, como he dicho, para dinamitar el proceso, pero la victoria electoral de Bildu y el movimiento 15-M -tan distantes entre sí- empiezan a conformar, en el Pais Vasco y fuera de él, una mayoría social que reclama “democracia real” y a la que habrá que escuchar, incluso para mantener inalterado el sistema en su conjunto. Algunos cambios se han producido ya; y algunos cambios tendrán que aceptar incluso los representantes de la España oligárquico-tribal si quieren conservar su cuota de poder.
12. ¿Santiago como ves el futuro de Euskal Herria?
En el marco de un contexto global, internacional, de crisis y de re-estructuración. En medio de muchas incertidumbre, por tanto, pero también con algunas esperanzas. Como en el resto del mundo, se ha descerrajado una situación blindada en la que cada cosa parecía tener su sitio definitivo. Nada tiene un sitio definitivo. Y eso produce angustia, sin duda, y amenaza con empeorar las cosas. Pero ahora cabe también la posibilidad de luchar para mejorarlas.
13. Unas últimas palabras…
Sólo agradecerte que me hayas obligado a pensar en voz alta sobre un asunto del que últimamente, centrado sobre todo en los levantamientos populares del mundo árabe, no había podido ocuparme, al menos públicamente, con la atención que merece. Un conflicto que, en definitiva, como decía en un texto reciente, forma parte también de la misma “falla tectónica global”: la de la guerra de los poderosos por mantener sus ventajas en medio de la crisis que ellos mismos han provocado y la de la lucha de los ciudadanos por alcanzar una democracia digna de ese nombre, como fuente soberana de una vida digna, tanto en términos materiales como políticos y culturales.
Santiago Alba Rico para Manel y Kaos.
Mayo 2011