El 15 de mayo la indignación tiene un plan.

Todo está yendo muy deprisa. En la cumbre de jefes de Estado y primeros ministros de la Unión Europea, bautizada como “Cumbre del Euro”, José Luis Rodríguez Zapatero llevó la propuesta de ligar los salarios a la productividad. Sólo un día después, el 25 de marzo, comunicaba ésta y otras políticas de recortes sociales a representantes de 44 grandes empresas y bancos españoles, en un encuentro que el periodista Ignacio Escolar comparó satíricamente con la Cámara de los Lores. Telefónica, una de las compañías invitadas, tardó apenas tres semanas en llevar a la práctica la receta de Zapatero al anunciar el 14 de abril su pretensión de que los salarios de toda su plantilla dejen de subir con los precios.

Con parecida rapidez, quienes suspiraban por una respuesta en las calles a las políticas de gestión de la crisis tienen una fecha de referencia: el 15 de mayo. Al cierre de esta edición (tres semanas antes de la cita) el evento de Democracia Real Ya contaba con 32 convocatorias en otras tantas ciudades españolas, 25 apariciones en prensa, incluidos tres de los siete diarios generalistas de tirada nacional, y más de 12.000 seguidores en Facebook.

Para quien cuestione la trascendencia de este tipo de datos, quizá valga la pena recordar que hasta el 7 de marzo no existía ningún logo ni lema común para lo que era, desde diciembre de 2010, un difuso afán de protesta expresado en torno a diferentes identidades y causas. Entre las identidades, la del ciudadano indignado y el joven sin futuro, resumidas en las etiquetas de #nolesvotes y la inicial de juventudenaccion. Entre las causas, la aprobación de la ley Sinde destapó la indignación, y a partir de ahí polémicas como la de los eurodiputados que votaron en contra de rebajar la clase de sus billetes de avión se convirtieron en difusoras de las diferentes etiquetas de la convocatoria.

Desde el bautizo de la protesta, la marca ‘democracia real ya’ se ha demostrado lo suficientemente abierta como para interactuar de manera virtuosa con esas diferentes expresiones de malestar. La irrupción de la convocatoria de Juventud Sin Futuro el 7 de abril –otra protestamarca surgida en Madrid del ámbito del asociacionismo universitario de izquierdas– significó el primer refuerzo masivo para la llamada a tomar las calles el 15 de mayo, quizá porque en los medios convencionales la protesta del 7 de abril se presentó como una iniciativa ‘vírica’ más y no como una propuesta de un grupo político ya definido. Democracia Real Ya llegó a emitir un comunicado de prensa para desvincular ambos logos, en un gesto que pasaba por alto el carácter no forzado con el que los dos convivían en el medio que los vio nacer, las redes sociales.

La calle está en la red

La gente que se iba acercando a curiosear por la octava performance del grupo Estado del Malestar, en Madrid, la tarde del viernes 15 de abril había ido plasmando sus propios malestares en el papel continuo desplegado en el suelo de la Puerta del Sol: como en un memorial de luchas algo dispares, sobre el fondo blanco se garabateaban las referencias a la estafa de PSV, la inmobiliaria vinculada a UGT, al “qué pasa que no tenemos casa” de las sentadas por la vivienda digna de 2006, y –atención– al logo del movimiento para que se amplíe el límite de velocidad.

Pedro, un informático de 43 años graba la performance de esa tarde con su cámara digital. Se enteró de Estado del Malestar por haber participado en otra convocatoria similar frente al Ayuntamiento, “en contra de los políticos”. También de la llamada a manifestarse el 15 de mayo, “contra el recorte de derechos”, dice, con el que “algunos empresarios viven a nuestra costa”. Detrás de él, una de las participantes en la performance se coloca el cartel de ministro de Injusticia para arbitrar un partido –amañado, por supuesto– entre los dos principales grupos políticos.

Poco a poco, este tipo de expresiones de hartazgo saltan de las pantallas a las calles. Frente a quienes aventuran un divorcio entre lo real y lo virtual, ejemplos como las Rumba Raves que han asaltado algunas oficinas bancarias a ritmo de flamenco, muestran que la protesta presencial contra la crisis se piensa en las redes, salta a la calle y se vuelve a volcar en la red para multiplicar su efecto.

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