Existe la peculiar manía, sobre todo entre las personas que se tildan a sí mismas de demócratas convencidas, de comparar las dictaduras militares más sangrientas y crueles de la historia reciente (Duvalier, Batista, Franco, Pinochet, Videla, Stroessner, etc,) con las que existían en los llamados sistemas de democracia popular (bloque soviético y ad láteres, excepto la masacrada ex Yugoslavia que jamás formó parte del Pacto de Varsovia), e incluso con el sistema político que rige desde 1959 en Cuba, desde que los heroicos rebeldes de Sierra Maestra, como poco años antes los del asalto al Cuartel Moncada, derrocaban al dictador Fulgencio Batista, cuyos policías más sanguinarios (entre ellos el padre del terrorista Carlos Alberto Montaner, protegido por Esperanza Aguirre), asesinaron impunemente a miles de ciudadanos con el beneplácito y bendición de Washington.
No satisfechas con ello, esas mismas personas llegan a denostar de presidentes de gobiernos que, utilizando las urnas que tanto defienden demócratas como Alfredo Rubalcaba (flamante candidato del PPSOE a las próximas elecciones de 2012), Rudolf Ares, Mariano Rajoy o Juan Carlos de Borbón, resultaron elegidos en las correspondientes elecciones, a pesar de tener en contra a todos los medios de comunicación públicos y privados, que es lo que ha acontecido en el siglo XXI en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. En Honduras, sin embargo, se derrocó violentamente al presidente Manuel Zelaya, ante la indiferencia de la CE (que ya ha dado su beneplácito a Porfirio Lobo), legitimando así una nueva dictadura, tras la desastrosa intervención del chileno José Miguel Insulza (OEA), personaje en la misma línea que Felipe González o su colega, el delincuente José Barrionuevo.
La hipocresía de la que hacen gala esas gentes tan apasionadas por esta envilecida democracia del primer mundo, espoleada con el silencio cómplice de sus dirigentes y medios de comunicación (sostenidos a su vez por las grandes multinacionales que todos conocemos), llega a límites en los que la cordura se da de bruces con el cinismo. Condenar a una pequeña isla donde sus habitantes demuestran a diario que su Revolución es evolutiva, solidaria, imaginativa y pacífica, pero no levantar la voz en nombre de los derechos humanos más elementales, por los genocidios, bombardeos, torturas y desmanes que la OTAN, con o sin Javier Solana a la cabeza, resulta un sarcasmo intolerable.
Para todas esas personas, en unos comicios sólo vale un resultado: que gane el de siempre; mas si fuere otro, ese político debería, por encima de la voluntad popular, dar su vida no por su programa, sino por el capitalismo, que es el garante del Estado del Bienestar (hoy Malestar). Ejemplos preclaros de esa estrategia fueron Tony Blair, como hoy el mentado Lobo en Honduras, Nicholas Sarkozy en Francia, Sebastián Piñera en Chile o Zapatero en España. Y cada día, en nombre de esa democracia, tan preocupada por las desgracias y calamidades del globo, mueren de hambre diariamente 24.000 seres humanos.
Pero el insulto contra Cuba, el más flagrante, aunque subliminal y latente, es el que se desprende al comprobar que esos dirigentes y medios tan poderosos, no pueden (ni podrán jamás) hablar de violencia en las calles o publicar una foto de un porrazo o golpe de culata de fusil sobre las carnes de un ciudadano. La razón es simple pero de una grandeza incomparable: la fuerza bruta no es patrimonio de las fuerzas de seguridad de la Revolución, sino de aquellos que forman parte de la mafia terrorista de Miami, sus padrinos, ahijados y madrinas de medio mundo.
Desde el genocida José Mª Aznar a su compadre Silvio Berlusconi, de Juan Luis Cebrián a Pedro Jota, de Andrés Buenafuente a Javier Sardá, de Alejandro Sanz a Luis García Montero, de los diputados del PPSOE a los Verdes muchachos/as de Equo*, se puede afirmar que su objetivo “democrático” está tan claro como el agua de los fiordos noruegos: terminar con el verdadero socialismo en cualquiera de sus vertientes, bolivariana, ecuatoriana, nicaragüense, cubana o boliviana.
Para el régimen capitalista sólo existe una opción: la gran empresa privada debe ser quien controle al estado. Como afirmó hace días el diputado Josep Antoni Durán Lleida (CyU), ante la posibilidad de que se publicara el patrimonio de sus señorías: “Si la gente quiere un parlamento de funcionarios, de gente pobre (sic)…”, afirmando de inmediato que en su cuenta corriente no había más de 600 euros. Deduzco que hablaba de su libreta de ahorros en un banco catalán, ya que no mencionó ni una sola entidad panameña, suiza o andorrana. El tal Durán reveló públicamente lo que muchos sabíamos: la democracia la deben dirigir los ricos.
Cuando se condena a Cuba, se insulta a sus habitantes llamándoles cobardes, porque si en verdad estuvieran sometidos a una dictadura como la que suelen describir los corresponsales de la prensa más poderosa (El País, El Mundo, la agencia EFE, France Press, AP, RTVE, BBC, CNN, etc.), me pregunto:
¿Por qué los cubanos no salen a la calle en manifestación multitudinaria, como hicimos en España, como se hizo en Chile, Argentina, como se hace hoy mismo en Grecia, España, Italia, Francia, ante los continuos ataques a los trabajadores, reduciendo sus salarios, congelando pensiones, alargando los períodos de cotización, elevando la edad de jubilación, abaratando el despido?
¿Por qué no lo hacen, sabiendo que sus las fuerzas de seguridad jamás utilizarán la fuerza bruta contra ellos?
¿Por qué no se plantan en las calles y avenidas tirando piedras o cócteles molotov contra las entidades bancarias?
¿Por qué los cubanos no se agreden entre ellos por cuestiones políticas?
¿Por qué los ciudadanos de esta sociedad saben discutir y reclamar sus derechos, sin tener que sufrir la violencia habitual que ejercen los uniformados en el llamado mundo democrático, donde incluso se dispara al cuerpo, matando inocentes?
¿Acaso es que los cubanos tienen pánico de sus dirigentes?
¿Quizá es que los corresponsales de la prensa extranjera acreditada no se atreven a llamar cobardes a los ciudadanos de la isla?
¿Es que esos diarios y agencias pueden insultarnos impunemente con sus burdas manipulaciones, haciéndonos creer que allí ocurre lo que nunca pasa?
¿Es que esos voceros bien pagados por diez familias multimillonarias, piensan que pueden mantener una mentira tantos años, sin suponer que existen millones de seres a quienes no engañan?
Desde que regresé a España para jubilarme, asisto a la ceremonia de la inútil condena, de la queja y el bulo propagado por los colegas de siempre, que hacen su trabajo de zapa y manipulación en medio de una permisividad sin límite por parte de las autoridades de la isla. Y no niego que en la sociedad cubana también existen también pícaros que murmuran y musitan todo tipo de falacias, en la esperanza de que en el llamado primer mundo crean que el pueblo cubano, en su mayor parte, está formado por una pandilla de pusilánimes, que huyen de la protesta, la reivindicación, del compromiso político, porque temen las represalias, callando ante la injusticia, que salen despavoridos cuando se habla de manifestar sus ideas.
Quienes así actúan, tratan en vano de sembrar el desánimo general, esparciendo rumores como bombas racimo, para que los habitantes de buen corazón y coraje a prueba de estupideces, bajen la guardia y crean que todo está perdido. Yoanis y Fariñas, Damas Blanqueadas a golpe de cheque, y demás personas que cometen delito de traición en progresión geométrica, recibiendo dinero procedente del gobierno de una potencia enemiga (que no del pueblo), hubieran dado con sus dólares y sus huesos en la cárcel, si vivieran en cualquiera de las llamadas democracias del primer mundo, que castigan con penas de prisión de hasta 20 años, el hecho de dar o recibir, dinero o información, a/de un gobierno enemigo. Esas personas y grupos trabajan para que Cuba forme parte de los USA como estado asociado (caso Puerto Rico). Su cuban dream es precisamente dejar de ser ciudadano.
Cuba sigue resistiendo un asedio mucho más bestial que el de Numancia, económico y mediático, pero aguanta los embates, mentiras y manipulaciones con la serenidad de quienes saben que caminan por una senda difícil, complicada y dura, con el sacrificio de quienes en el largo viaje dejan trozos de piel, sabiendo que tienen la razón de su parte. La verdad no puede ser derrotada. No podemos permitir que castiguen más a esta sociedad, a esta Revolución.
Dejad en paz a Cuba de una vez por todas. Desbloqueo ya mismo. Para ello se exige hacer lo propio con la mente de miles de desinformados, incautos, despistados e hipócritas. Una lucha larga y procelosa, en la que la batalla de las ideas emerge como absolutamente imprescindible.
Nota.- Grupúsculo con vocación mediática, comandado por el ex dirigente de Greenpeace Juantxo López de Uralde (Donosti, 1963), que fue detenido en Copenhague por colarse con una pancarta en la cena de gala que ofrecía la casa real danesa a los asistentes a la Cumbre del Clima. Para algunos, fue un héroe. Para quienes saben leer entre líneas, un simpático ecologista, crítico radical de la izquierda abertzale, cuyas primeras declaraciones han permitido dilucidar por qué senda caminarán esos supuestos amantes de la ecología, y qué aire prefieren respirar; de momento, el de la condena al sistema político cubano, curiosamente una Revolución premiada en los organismos internacionales por su contribución a la preservación de las especies y conservación de los espacios protegidos. Una vez en el gobierno, los Verdes europeos han apoyado habitualmente a los ejecutivos de corte neoliberal, proponiendo medidas para mejorar el medio ambiente que casi nunca han prosperado.
Carlos Tena en Kaos en la Red