¡Que condenen la violencia!

Lo sucedido al trabajador boliviano, Franns Melgar Vargas, muestra a las claras lo que realmente está pasando en los entresijos del sistema capitalista.
No es que anteriormente no sucediera, no. En estos últimos diez o quince años de neoliberalismo brutal, la propaganda oficial nos vendía la imágen de un sistema capitalista fuerte, que avanzaba sin parar hacia una mundialización del libre mercado que acabaría con todos los problemas de la humanidad. Un sistema que en consecuencia, se mostraba como el único posible, el menos malo y que, sin lugar a dudas, no podría ser ya nunca más cuestionado gracias a su capacidad acumulativa. Las tasas de ganancia evidenciaban la gran marcha del conjunto de la economía mundial liderada por los vencedores de la “Guerra Fría”.

Lo que le ha sucedido al trabajador, Franns Melgar Vargas, era un asunto del pasado, hechos que podían sólo suceder en el siglo XIX, una etapa necesaria para llegar hasta nuestros días con garantías. El capitalismo y su forma más desarrollada, el Imperialismo, habían dejado de ser sistemas crueles de explotación, de mercantilización humana en donde se compra la vida de los seres humanos a cambio del mayor beneficio posible en el plazo más corto.

De pronto ya no éramos obreros/as, somos operarios/as. No éramos peluqueras/os, somos esteticiens…y hasta los violadores pueden tener su nueva denominación: “delincuentes sentimentales”. Incluso las guerras imperiales del pasado, ahora son intervenciones humanitarias.

Pero mira por dónde, y a pesar de que los accidentes laborales se sucedían sin parar, de los contratos basura y del abaratamiento del despido, en una panadería de Valencia ocurre un hecho que evidencia, más si cabe, la catadura moral de la clase dominante empresarial en lo que a los escrúpulos productivos se refiere.

Porque, si uno se para a leer la prensa sistémica, lo que ha aumentado peligrosamente en tiempo de crisis ha sido la cantidad de vagos, de absentismo laboral y de sinvergüenzas en el ámbito de los trabajadores. Trabajadores precarios sin cualificación y sin ganas de currar, que prefieren cobrar el paro a dejarse la vida en el tajo a cualquier precio. No digamos además si encima son trabajadores inmigrantes, mujeres o jóvenes…animales de compra venta a los que se les debe emplear como trabajadores de segunda clase, sin más derechos que los que, “libremente”,puedan negociar individualmente, “en igualdad de condiciones”, frente al patrón.

Compañeros y camaradas, la lucha es el único camino. La unidad de acción es la única salida. La pelea nos irá dando la necesaria capacidad para avanzar hacia el socialismo y plantear mientras tanto, verdaderas alternativas de contrapoder que frenen al esquizofrénico capitalismo. No podemos caer en las trampas que nos pone el sistema. Esto es, funcionar en nuestra vida diaria con los valores y conceptos que todos los días nos proyectan en nuestras conciencias.

Cuando nuestros enemigos de clase hablan de condenas de la violencia… ¿somos conscientes de qué nos están pidiendo?

Son, a los sectores oprimidos, a los que se les exije, siempre, un comportamiento ético a la hora de actuar en todo tipo de ámbitos, sobre todo en el laboral y en el político. Pero más allá de retóricas…a lo que en realidadnos quieren obligar es a renunciar a métodos de lucha, que siempre han estado presentes en la pelea, por la justicia y la emancipación social, cuando las circunstancias así lo han requerido.

Cada mañana, al levantarnos para ir a trabajar, si alguno duda de por qué está luchando…que mire a Franns Melgar Vargas.

Somos comunistas y estamos orgullosos de ello y a los que afirman que éste es el menos malo de los sistemas les decimos…¡¡condenar la violencia del capitalismo!!,¡¡condenar el levantamiento franquista y la monarquía heredera!!, ¡¡ilegalizar a la CEOE y Cofebask!! Y si os empeñais en callar y otorgar, que os quede claro,seréis cómplices de terrorismo patronal y os encarcelaremos en los mismos lugares que los capitalistas crearon para los desheredados de este mundo.

Revolucionando conciencias.