La lucha de clases, el uso de la violencia y la revolución permanente.

Me molesta que me llamen indignado, que me califiquen como tal. Indignado no es algo con lo que me identifique, es un estado de ánimo, un sentimiento, pero no es una realidad sostenible en el tiempo. Puedo dejar de estar indignado y no por ello dejar de creer en la necesidad de romper con el sistema capitalista, o al menos no dejar de creer en que la democracia (al menos una democracia real) es incompatible con el capitalismo. Uno no dice soy indignado, dice estoy indignado, porque la indignación no es ser, es estar en un cierto momento y dirigido sobre un objeto o realidad determinada. Además, en mi caso, estoy indignado como consecuencia de ser un obrero, asalariado o trabajador (como queráis clasificarme) que nada tiene que ver con las grandes finanzas, pero que sufro en mi pequeña realidad cotidiana sus devenires. Por lo tanto, soy un asalariado que está indignado, pero no soy indignado.
Es curioso, cuando empezó toda esta historia y todavía no habían encontrado ninguna calificación ingeniosa para referirse a las personas que salieron a la calle el 15 de mayo, simplemente se quedaban en que son un grupo heterogéneo. Hablaban de varios grupos clasificables, a saber, parados, pensionistas, trabajadores, desahuciados, jóvenes, mileuristas, funcionarios. Ya entonces pensaba que no era tan difícil, al fin y al cabo todo esto grupo de personas dependen de una u otra manera de un salario para su subsistencia, por lo tanto, bastaba decir que son asalariados o trabajadores para englobarlos a todos.
Resulta que este grupo heterogéneo de personas salió a protestar el 15 de mayo en contra de grandes empresarios, banqueros y políticos. Yo a este grupo lo llamo burguesía, pero al ser un término marxista y antiguo, si queréis, y para no herir sensibilidades, podemos llamarlos grupo heterogéneo de personas compuesto por grandes empresarios, banqueros y políticos que se hacen ricos a costa de los demás, o al menos se mantienen ricos mientras los demás nos hundimos en la miseria, que viene a ser lo mismo. Yo entiendo que identificar a la burguesía es difícil. Los nobles por ejemplo, nacen nobles y mueren nobles, para acabar con los privilegios de la nobleza basta con pasar a la mayor parte de ellos por la guillotina y problema resuelto. Sin embargo uno no nace burgués (bueno, alguno sí), se hace burgués, por lo tanto no basta con guillotinar a burgueses, pues otros vendrán a sustituirlos. Además, existe una cierta condescendencia social respecto a los ricos, pues todos podemos llegar a ser ricos (hipotéticamente, el sueño americano y esas cosas), ahora, no todos podemos ser ricos en el mismo tiempo, e ahí la injusticia. La riqueza no es un término absoluto, es un término relativo, uno es rico en relación a los pobres, si todos fuéramos ricos dejaríamos de serlo en ese mismo instante, pues no habría pobres con los que comparar nuestra riqueza. Además, uno es más rico cuanto más pobreza hay con la que compararse. Por lo tanto, no basta con acabar con los privilegios de las personas que ostentan la riqueza, pues otros se harán ricos en su lugar, sino acabar con las estructuras que permiten que una minoría se haga rica a costa del trabajo de la mayoría. He ahí el error de personalizar en el Club Bilderberg, o en políticos o en banqueros concretos; el problema no son las personas, sino las estructuras que permiten que haya una minoría rica, y por lo tanto una mayoría pobre.
Cuando uno asume y comprende que se encuentra en el grupo heterogéneo de los “indignados”y la solución pasa por acabar con los privilegios del grupo heterogéneo dominante, a esto se le llama adquirir conciencia de clase. Y al enfrentamiento, visible o no, de estos dos grupos heterogéneos se le llama lucha de clases. Pero como decía Gramsci, aún cuando el espectro político sea heterogéneo, a la hora de la verdad todos se decantarán por uno o por otro polopolítico.
En este proceso de concienciación de clase es importante hacer visible, o si lo prefieren verbalizar, las contradicciones del capitalismo, entendiendo como contradicción por ejemplo defender de fachada los derechos humanos pero violarlos sistemáticamente en guerras lejanas. La izquierda europea lleva mucho tiempo denunciando las violaciones de los derechos humanos de las potencias capitalistas, venta de armas y guerras en el tercer mundo; sin mucho éxito por cierto. El problema en este caso es que al ser humano le cuesto mucho relacionar o conectar las guerras en África por ejemplo, con la actitud de nuestros bancos y algunas empresas, de forma que esta estrategia no funciona del todo. Pero he aquí que el movimiento que surgió a partir del 15 de mayo ha dado en el clavo, ha puesto en el centro del debate político la necesidad de una radicalización en la democracia, haciendo visible que las potencias capitalistas, aunque defiende los valores democráticos, en el fondo defienden los intereses económicos de una minoría con una democracia sesgada y controlada, corrupta y secuestrada. Como decía, se ha puesto de relieve que los intereses económicos o el capitalismo son incompatibles con la democracia; usando todos los mecanismos que tienen a su alcance (incluidos los violentos) para acallar y amedrentar las voces críticas contra su democracia secuestrada por los intereses de los mercados.
Por ello, cuando nos planteemos que camino debemos seguir para mantener viva la llama de la lucha por nuestros derechos y nuestra dignidad, debemos reflexionar si nuestra posición o nuestra actitud contribuye o no a la concienciación de clase, que es ni más ni menos que un compromiso vital con las mujeres y hombres que te rodean en post del bien de todo el colectivo. Si nos fijamos en los recientes acontecimientos de Londres, este estallido de violencia denota un caldo de cultivo de hastío, desesperanza e injusticia; pero no ha sido ni más ni menos que una exaltación de la individualidad consumista protegida por la masa sin ningún tipo de compromiso entre dichas individualidades, que contribuye más bien poco a la concienciación de clase y a la continuación de una lucha y resistencia constante y sostenida en el tiempo. Por ello la estrategia de resistencia pacífica en las movilizaciones actuales es acertada por dos razones: a) aún no existe una masa suficientemente grande concienciada que permita legitimar acciones violentas contra un estado que tiene el poder de legitimar su violencia en post del bien público, b) al ser el estado el único que aplica violencia, esta queda deslegitimada, porque aunque afirme usarla para preservar el orden público, en realidad queda evidente que la usa en defensa de los intereses particulares de una minoría, dejando visible otra contradicción del capitalismo y contribuyendo a la concienciación de clase.
Con esto no quiero decir que no haya uso de la violencia en los procesos revolucionarios, sino que entender las revoluciones solamente como el mero hecho violento es tremendamente simplista. No podemos reducir la revolución francesa a la toma de la Bastilla, sino debemos entenderla como un proceso que duró decenas de años (sino alguna centena) en el que hubo efectivamente hechos violentos puntuales.
Seguramente llegue el momento en el que las sociedades modernas estallen en una escalada de violencia, pero para entonces deberá haber habido ya todo un proceso de concienciación de clase y de compromiso colectivo. Para entonces deberá haber una masa crítica suficientemente grande que haya comprendido que la violencia aplicada desde el estado es injusta e ilegítima y que el uso de la violencia será en legítima defensa de los derechos que ya habremos interiorizados como nuestros. Para entonces muchos habremos cambiado y nos moveremos guiados por una nueva filosofía. Para entonces seguramente hayamos comprendido que las revoluciones no empiezan y acaban en los procesos violentos, sino que son un continúo ejercicio de crítica en un proceso que podríamos denominar de revolución permanente
Hoy luchamos por una democracia más real y participativa, mañana lucharemos en defensa de los derechos humanos en todas las partes del mundo y pasado habrá otra contradicción que hacer visible y luchar por su resolución.
Pedro Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal
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